El dolor que sentimos por la Tierra afligida pone a prueba los límites de lo humano. La culpa en gran medida inconsciente que cargamos sabiendo que, en el mundo industrializado, nos hemos convertido en un arma de destrucción masiva es una ocurrencia sin precedentes en la historia de la humanidad. No es entonces sorpresa que la mayoría de ciudadanos industrializados se hallen en una perenne búsqueda de distractores de todo tipo con la esperanza que nos mantengan lo suficientemente ocupados para no mirar hacia el abismo interior de ansiedad y dolor. La gratificación instantánea provocada por la adquisición del nuevo iPhone o el último automóvil agrava la situación, ya que pone en marcha una serie de ciclos adictivos de consumo que alejan nuestra atención de lo que está sucediendo en la Tierra.

Una estrategia distractora clave es la de reforzar la ilusión de una inherente separación entre el humano y la naturaleza. La aparente escisión se encuentra en continuo aumento debido a una cascada de reacciones nocivas por parte de los ciudadanos, las cuales impiden establecer una armoniosa relación entre nuestras creencias y hábitos y nuestro potencial de cambio. La atracción hacia la gratificación instantánea característica de las sociedades industriales y la represión constante de la dimensión desatendida de los sentimientos, pensamientos y emociones sobre lo que hacemos en nuestro hogar común, la Tierra, se unen y convierten en uno de los códigos más potentes que subyacen en el comportamiento humano.

Incluso ciudadanos con inclinaciones ecológicas podrían no estar dispuestos a encarar la dimensión psicológica reprimida asociada con el gran desmoronamiento de los sistemas de la Tierra. Este despertar, el ofrecimiento de nuestra atención al estado del mundo, implica cuestionar la viabilidad de las estructuras de soporte de la vida cotidiana, mientras nos abrimos a la posibilidad de su colapso. Para una persona inmersa en la “matrix” del sistema industrial, un cambio en las estructuras sociales equivale a una crisis de identidad.

A la luz de los comportamientos alienantes propugnados por el sistema industrial y las respuestas psico-emocionales que refuerzan la confusión antropocéntrica, ¿dónde podemos encontrar la energía para liberarnos y conectarnos con fuentes genuinas de riqueza y bienestar planetario?

De los combustibles alternativos a la energía psíquica

La magnitud de la crisis ecológica requiere la implementación de diferentes tecnologías verdes para abrir el camino hacia un futuro más saludable, sostenible y satisfactorio. Desde medios alternativos de transporte, producción de alimentos, biocombustibles y gestión de residuos, hasta comunicación no violenta, participación en grupos de apoyo y estrategias activistas; el amplio espectro de posibilidades es muy necesario. Sin embargo, en la co-creación de un futuro viable, un recurso que en muchos sentidos precede a todos los demás que a menudo se da por sentado o se pasa por alto:  la mente humana.

La existencia de un agente clave que energiza los paisajes de la mente ha sido reconocido al menos desde los comienzos de la psicología profunda en las primeras décadas de 1900. Freud consideró que la libido, de naturaleza instintiva y biológica, era la fuerza principal que impulsaba y daba paso a los deseos y necesidades humanas, especialmente la sexualidad. La teoría de la sexualidad de Freud se basaba en la existencia de la libido como la fuerza dominante de la mente, responsable de gobernar la fijación al placer, un instinto fundamental de la especie humana. Gracias al trabajo de Carl Jung, en aquel momento el estudiante predilecto de Freud, la libido se liberó de una comprensión estrictamente sexual e instintiva.

Para Jung, la libido constituía la energía psíquica necesaria para proporcionar significado y dinamismo a los contenidos de la mente. Esta energía mental sirvió como combustible para las diversas actividades humanas: fisiológicas e intelectuales, creativas y transformadoras. Los contenidos de la mente se constelan en torno a centros arquetípicos que se nutren y activan por la influencia de la energía psíquica. A su vez, los arquetipos o las fuerzas organizativas primitivas de la psique tienen una influencia directa en el comportamiento humano a través de experiencias repetidas, códigos culturales e interacciones interpersonales, además de su particular magnetismo espiritual. La prevalencia de cierto hábito psicológico indica la activación de un núcleo arquetípico debido al aumento de la energía psíquica asociada al mismo.

Para el paleontólogo jesuita Pierre Teilhard de Chardin, la energía psíquica no era una ocurrencia única de la especie humana, sino una fuerza universal. Desde esta perspectiva inclusiva, la organización de los diversos elementos que conforman la Tierra, el universo y todos los seres vivos es el resultado de distintos grados de condensación de la energía psíquica que subyace en la creación. La concentración de energía psíquica permite que la materia se complejice y dé paso a los seres vivos dotados de la capacidad de internalizar aún más la omnipresente energía, contribuyendo creativamente al viaje de la evolución. La profundización de la energía psíquica a través de miríadas de seres y la complejización de la materia constituyen las principales formas en que el universo se explora a sí mismo. La energía psíquica juega un papel fundamental en el mundo entero; desde el impulso sexual humano, el desarrollo armonioso del individuo y la existencia de comportamientos sociales saludables y satisfactorios, hasta la aparición de impulsos creativos y trascendentes y el viaje evolutivo de la Tierra y su contexto cósmico. En el caso del ser humano industrializado, la energía psíquica que de otro modo serviría como un fiel aliado evolutivo, está atrapada en ciclos adictivos con un costo ecológico vergonzosamente alto y una insidiosa erosión de nuestros paisajes psicológicos y potenciales creativos.

Energía ecopsíquica

Existe una gran necesidad de generar estrategias lo suficientemente atractivas como para movilizar la energía psíquica atrapada en la ilusión antropocéntrica del progreso material ilimitado. Aquí está el quid de la búsqueda de un recurso adecuado para enfrentar la dimensión reprimida de las respuestas psico-emocionales de lo que le está sucediendo a la Tierra y el gran desmoronamiento de nuestro mundo. El geólogo Thomas Berry lo expresa de esta manera: “la principal dificultad para reemplazar el orden industrial no es la naturaleza física de la situación, sino su fascinación mítica.”1 En otras palabras, a través de esfuerzos conscientes y comunitarios, la energía psíquica que alimenta constantemente el sistema industrial ha de ser transformada en energía ecopsíquica en alianza con la Tierra.2

La liberación de energía psíquica de su prisión industrial para enfrentar creativamente la crisis ecológica implica un proceso similar a la recuperación de un fragmento perdido de alma. Hay una pérdida de alma a nivel colectivo que se traduce en una disociación pandémica debido al trauma ecológico del sentido forzado de desconexión entre los humanos y la Tierra. El funcionamiento biofóbico del sistema industrial obstruye la recuperación de los fragmentos perdidos de alma, y evita activamente el flujo libre de energía ecopsíquica tanto a nivel personal como colectivo. La recuperación y el posterior restablecimiento psíquico necesario restablecen a la mente humana como un sistema abierto en sintonía con la variedad de bucles de retroalimentación con su entorno, libre de códigos industriales restrictivos. Una tendencia biofílica de la mente humana abre el camino hacia la co-creación de un futuro más brillante.

De la misma manera que la fascinación psíquica de las sociedades industriales está respaldada por ciertos símbolos e historias clave, la liberación de energía ecopsíquica requiere estar arraigada en mitos y narrativas de profunda importancia psicológica. En una entrevista con Bill Moyers, el reconocido mitólogo Joseph Campbell propuso que la mitología del futuro, entendida como la constelación de historias que dan sentido a la energía psíquica personal y colectiva, concibe a todo el planeta como su realidad central.3 Nuestro hogar común, la Tierra, es el símbolo central y la fuente primaria que sirve como guía para despertar el impulso simbiótico que teje nuestra humanidad con la comunidad planetaria. El mito del progreso ilimitado que culmina en un paraíso eterno e inmutable más allá de los confines del planeta necesita ser reemplazado por una historia celebratoria, sagrada y respetuosa de la creación manifiesta y el misterio trascendente. La energía ecopsíquica se libera y se activa mediante símbolos arquetípicos que salvaguardan un sentido de reciprocidad reverencial con la Tierra. Entre los símbolos de unidad y pertenencia al mundo con un magnetismo psicológico particular, encontramos a la “Gran Madre,” “la trama de la vida,” “la rueda de la medicina,” “el árbol de la vida,” y muchos otros. Sin embargo, un paso esencial en la reorganización de la energía ecopsíquica es el reconocimiento genuino de que la fuente misma del dinamismo de la mente humana se encuentra en el “eco,” nuestro hogar, la Tierra. El néctar psíquico que anima los paisajes de la mente humana deriva de la subjetividad del planeta y de todo el cosmos: nuestros sueños, deseos, impulsos y anhelos más profundos son las expresiones humanas del potencial creativo del mundo. Este reconocimiento abre el paso de la intolerancia psicológica a la lealtad ecopsíquica con el variado tapiz de la vida; una conciencia inclusiva alimentada por figuras arquetípicas que afirman la vida y sus mitologías asociadas.

Invocando la energía de la vida

El cambio hacia sociedades en armonía con la vida depende en gran medida de las dimensiones emocionales y psicológicas de sus habitantes, íntimamente ligadas a la disponibilidad de energía ecopsíquica. En esencia, cualquier técnica o práctica que ayude a restablecer un sentido de ecuanimidad interna y pertenencia en medio del bombardeo aislante del sistema industrial es un aliado en la reconfiguración de la energía ecopsíquica: técnicas de meditación, respiración y manejo emocional, jardinería y permacultura a escala doméstica, y ciertas disciplinas somáticas son solo algunas de las muchas opciones disponibles. Aunque pueden no parecer relacionados con lo que sucede a nuestro alrededor, estas y otras prácticas tienen una influencia directa en nuestra composición psico-emocional y, por lo tanto, en la forma en que nos relacionamos con nosotros mismos y con el mundo.

En relación con los problemas ecológicos actuales, el flujo libre de energía ecopsíquica sirve como un catalizador para sanar y transformar las raíces de la destrucción ambiental y la disparidad social alojadas en las profundidades de la mente humana. Realizar tal hazaña alquímica implica la activación de realidades psicológicas más en sintonía con la vitalidad del mundo-más-que-humano y el bienestar de las generaciones futuras para recuperar gradualmente fragmentos psíquicos previamente disociados. La energía generativa de la vida misma, la energía ecopsíquica que fluye a través de todos nosotros como un poderoso río que fluye montaña abajo, es un aliado esencial para pasar de un modo de ser depredador a uno de celebración.

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Texto traducido de: Villasenor Galarza, A. (2017). Evoking the Great Turning from the inside out. Deep Times: A Journal of the Work That Reconnects. https://journal.workthatreconnects.org/2017/04/16/evoking-the-great-turning-from-the-inside-out/

1. Thomas Berry. The Dream of the Earth. 1990. pp. 32.

2. “Energía ecopsíquica” es un neologismo acuñado por el autor. 

3. Joseph Campbell & Bill Moyers, The Power of Myth.1991.